Este bar en la azotea de Samui tiene una entrada secreta: aquí te explicamos cómo encontrarla (y por qué querrás ir)
Por Zehua
Donde el cielo se encuentra con el mar: con un giro
En Koh Samui, el tiempo se dilata con el calor: las tardes se despliegan como pañuelos de seda y las noches se deslizan sobre capas índigo, bordadas con las lejanas luces del ferry. La vida aquí es un estudio de contrastes: lo antiguo y lo nuevo, lo estridente y lo reverente, entrelazados por el aire salado y el constante percusión de las olas.
Pero incluso en un lugar donde cada atardecer se siente como un espectáculo privado, algunas experiencias sorprenden. Un ejemplo: cierto bar en una azotea, encaramado sobre el bullicio de Chaweng, cuya entrada está, literalmente, oculta a simple vista.
El arte de desaparecer (y reaparecer)
Pongamos el escenario. Vas paseando por una calle estrecha, esquivando ciclomotores y algún que otro vendedor de cocos, con la tarde llena de jazmines y pescado a la parrilla. Pasas por una tienda de recuerdos que vende pantalones de elefante y... espera, ¿no se suponía que aquí había un bar?
Ningún letrero de neón anuncia tu llegada. En cambio, vislumbras una discreta puerta de madera, medio sepultada por buganvillas, marcada solo por una aldaba de latón con forma de geco. Empujas con suavidad y te encontrarás en una escalera oscura, con las paredes frescas y suaves bajo tus dedos, ascendiendo en el silencio.
Esta es la primera prueba: solo los ligeramente curiosos, los que se sienten perdidamente perdidos y los bien informados logran cruzar este umbral. Hay cierta magia reservada para quienes la buscan, y Koh Samui parece recompensar a los aventureros con sus secretos mejor guardados.
En el tejado: donde Samui canta
Al salir a la azotea, te recibe un tapiz de luces: faroles colgados como luciérnagas y el resplandor lejano de los barcos pesqueros que guiñan el ojo en alta mar. El suelo es un mosaico de baldosas de cristal marino, fresco bajo los pies descalzos, y la brisa trae consigo las risas de los amigos y la suave y dulce nota de limoncillo de un cóctel cercano.
Aquí, el barman es a la vez alquimista y confidente, siempre dispuesto a contar historias y con una sonrisa irónica. Pide el especial de la casa: un Samui Sunset, mezclado con piña fresca y un toque de chile. Sabe a la hora dorada destilada en un vaso: cálido, un poco salvaje e inolvidable.
Si tienes suerte, conseguirás un sitio en el borde, donde la ciudad se desvanece bajo tus pies y el mundo parece a la vez infinito e imposiblemente cercano. Los desconocidos se hacen amigos rápidamente compartiendo platos de gambas crujientes y con esa clase de risas que solo surgen tras un día bajo el sol.
Consejos para el vagabundo
1. Vístase para la brisa
Las noches en los tejados de Samui pueden ser sorprendentemente frescas, sobre todo en la estación seca. Un chal ligero o una camisa de lino protegerán del frío y aportarán un toque de elegancia isleña y natural.
2. Llega temprano para la hora mágica.
Las mesas se llenan rápido, sobre todo cuando el sol empieza a descender lentamente sobre el Golfo. Llegar justo antes del atardecer significa que tendrás la oportunidad de elegir entre las mejores vistas y la iluminación perfecta para esas fotos que te dejarán con la envidia.
3. Confía en el barman
El menú está repleto de versiones locales de cócteles clásicos, y el personal está encantado de compartir sus favoritos. Pide recomendaciones; quizás descubras uno nuevo.
4. Respeta el secreto
Este no es el lugar para bares ruidosos ni sesiones maratónicas de selfies. El encanto reside en su intimidad y el silencio del descubrimiento compartido: trátalo como la joya escondida que es.
Más que una bebida: El alma de Samui
Lo que perdura, mucho después del último sorbo, es una sensación de pertenencia, aunque fugaz, a algo un poco oculto, un poco encantado. Hay un tono particular de crepúsculo aquí, entre aguamarina y amatista, que parece teñirlo todo de un resplandor indulgente.
En Samui, los secretos no se guardan, sino que se saborean y comparten, como un mango maduro que se pasa de mano en mano entre nuevos amigos. Y este bar en la azotea, con su entrada secreta y su vista panorámica, es un suave recordatorio: a veces, los mejores lugares son aquellos que hay que mirar dos veces para encontrarlos.
Así que la próxima vez que te encuentres paseando por las callejuelas de Chaweng, mantén los ojos bien abiertos y agudiza tu espíritu aventurero. Al fin y al cabo, el paraíso suele comenzar con una puerta oculta.
¿Has descubierto tu rincón secreto en Samui? Comparte tus historias abajo y conservemos la magia, una entrada oculta a la vez.
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