Viví con una familia tailandesa en Samui: esto es lo que aprendí

Viví con una familia tailandesa en Samui: esto es lo que aprendí

Por [Tu nombre]


La primera mañana que desperté en Ban Mae Nam, un pueblo encaramado al norte de Koh Samui, no me recibió un despertador, sino el suave y persistente canto de un gallo y el lejano chisporroteo del ajo en el wok de un vecino. El aire estaba impregnado del aroma a frangipani y la promesa de lluvia. Al levantarme de puntillas de mi estera de bambú, no tenía ni idea de que, durante las próximas semanas, vivir con una familia tailandesa cambiaría algo muy profundo en mí: una realineación de los sentidos, una suave desintegración de mis suposiciones. Esto es lo que aprendí y por qué desearía que todos pudieran experimentarlo.


El arte de la mañana lenta

Si alguna vez has desayunado a toda prisa con un pie fuera de la puerta, imagina cambiar eso por el ritmo lento y pausado de la mañana de una familia tailandesa. Mi madre anfitriona, Khun Mali, recibía cada día como una ceremonia. Juntaba las palmas de las manos en un wai, ofrecía una silenciosa bendición al santuario ancestral en la cocina y preparaba un café tan dulce y espeso que sabía a caramelo derretido.

Preparamos el desayuno juntos: broma (Gachas de arroz), sazonadas con jengibre y un toque de salsa de pescado, se comían sentadas con las piernas cruzadas sobre un fresco suelo de baldosas. La conversación oscilaba entre el tailandés y el inglés, y las risas llenaban los huecos donde faltaban las palabras. Aprendí a saborear, no solo la comida, sino la convivencia sin prisas. Consejo: No tengas reparos en ayudar en la cocina. Se trata menos de cocinar, más de integrarte en el mundo de la mañana.


El lenguaje: más que palabras

Mi tailandés era torpe, pero con cada sílaba mal pronunciada, mi familia me animaba. La hija de Mali, Pim, me enseñó a pedir nombre pla (salsa de pescado) y distinguir entre que (partícula cortés para las mujeres) y kha (arroz). Nos reímos de mis errores, y me di cuenta de que el lenguaje aquí se basaba tanto en el tono, los gestos y la intención como en el vocabulario.

Si planeas alojarte con una familia tailandesa, intenta aprender algunas frases clave. Incluso una simple... khob khun ka (Gracias) es muy útil. Y lo más importante, escucha: a veces, las mejores conversaciones son las que se mantienen en silencio compartido o con sonrisas.


Compartiendo espacio, compartiendo historias

Los hogares tailandeses, sobre todo en la Samui rural, son espacios abiertos. Las ventanas se abren de par en par al sol; los vecinos entran y salen, trayendo chismes y mangos. La privacidad es fluida: al principio, ansiaba la soledad, pero pronto, el zumbido constante de la compañía se sintió como una suave corriente que me transportaba.

Todas las noches nos reuníamos alrededor de una mesa baja para cenar. Los platos llegaban en un desfile de colores: curry verde con berenjena tierna, pargo frito bañado en chile, ensalada de papaya tan picante que me hacía llorar. Cada comida era una historia: del mar, del huerto, de la historia familiar. Aprendí a decir que sí a las segundas porciones y a siempre, siempre, dejar un poco de arroz en mi plato para el espíritu de la casa. (Una superstición local, pero que adopté rápidamente).


El ritmo de la vida en la isla

La vida en Samui late a su propio ritmo, uno que no se mide en minutos, sino en mareas y puestas de sol. Mi familia me invitó a unirme a ellos en los festivales del templo, a llevar ofrendas por el río y a encender varillas de incienso para la buena suerte. Aprendí a conducir una moto (mal), a comprar arroz glutinoso envuelto en hojas de plátano en el mercado matutino y a saludar a los ancianos con un respetuoso wai.

Si quieres adoptar este ritmo, deja atrás los planes rígidos. Acepta las invitaciones espontáneas. Acepta que, a veces, la luz se irá, o que una tormenta te arrastrará de la playa a la casa de un desconocido para tomar el té. En estas interrupciones reside la magia.


Lo que llevé a casa

Al terminar mi tiempo con la familia de Mali, llené mi maleta de recuerdos: cestas tejidas, frascos de mermelada de chile, una fotografía desteñida por el sol. Pero los verdaderos recuerdos eran menos tangibles: la tranquilidad con la que ahora saludo las mañanas, el sabor de la risa en una comida compartida, la certeza de que la familia se forja con bondad, no solo con sangre.

Así que, si alguna vez visitas Samui, considera cambiar tu resort por una estancia en casa de familia. Ten curiosidad, paciencia y ganas de ensuciarte las manos con pasta de curry. Quizás descubras, como yo, que el corazón de Tailandia no es un lugar, sino una forma de estar juntos en el mundo.


Consejos útiles para tu propia aventura en casa de familia:

  • Aprenda los conceptos básicos: Unas cuantas frases en tailandés, un wai respetuoso y una mente abierta son tus mejores herramientas.
  • Ofrecer ayuda: Ya sea cortar verduras o barrer el porche, se agradece cualquier ayuda.
  • Sea flexible: Acepta lo inesperado, desde invitados sorpresa hasta festivales improvisados.
  • Respetar las costumbres: Quítese los zapatos en el interior, vístase modestamente y respete la etiqueta local.
  • Traiga pequeños regalos: Algo de tu país de origen es un hermoso gesto de gratitud.

Vivir con una familia tailandesa no solo me mostró Samui, sino que me permitió sentirlo desde dentro. Y ahora, cada vez que percibo el aroma del arroz jazmín o escucho el canto lejano de un gallo, vuelvo a esa cocina soleada, aprendiendo a sentirme como en casa, una mañana tranquila a la vez.

Vasilina Zhdanovich

Vasilina Zhdanovich

Curador de Contenidos Culturales

Vasilina Zhdanovich es una exploradora apasionada con un ojo perspicaz para las historias ocultas tras cada esquina. Con formación en antropología cultural y narrativa digital, aporta una perspectiva fresca a Samui Love, entrelazando las ricas tradiciones de la isla, su vibrante panorama gastronómico y sus tesoros ocultos. Conocida por su curiosidad y su carácter accesible, Vasilina disfruta conectando con lugareños y viajeros por igual, siempre dispuesta a descubrir lo que hace a Koh Samui verdaderamente única.

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