Hay maneras más rápidas de conocer un lugar que tomar una clase de cocina con la abuela de alguien, pero ninguna, sospecho, más satisfactoria ni más deliciosa. Koh Samui, esa joya rodeada de palmeras en el Golfo de Tailandia, suele describirse como un paraíso: olas turquesas y atardeceres fotografiables en la playa de Chaweng. Pero yo vine buscando algo más nutritivo que un simple día de arena blanca. Quería saborear la isla con los cinco sentidos. Resulta que ese viaje comenzó en la cocina de una abuela.
Koh Samui: Isla de contrastes
La reputación de Koh Samui la precede. Durante décadas, mochileros y parejas en luna de miel han acudido en masa a sus costas, atraídos por tramos como la playa de Lamai (puedes buscarla en Google Maps escribiendo: Playa de Lamai), las doradas agujas de Templo Plai Laem, O el bullicio nocturno de la calle peatonal Fisherman's Village. Sin embargo, más allá de los resorts y los bares de reggae, se respira un ritmo isleño más tranquilo, marcado por las mareas y el bullicio del mercado matutino. Es un lugar donde generaciones comparten recetas con la misma facilidad con que comparten chismes mientras disfrutan de un café helado.
La clase de cocina: más que solo Pad Thai
Me apunté a una clase de cocina de medio día con la "Abuela Lek", una leyenda local cuya sabiduría culinaria solo es comparable a su habilidad para manejar un mortero como si fuera un instrumento de percusión. Su casa se encuentra tierra adentro de la playa de Bophut (puedes buscarla en Google Maps escribiendo: Bophut Beach), una modesta cocina al aire libre a la sombra de cocoteros. Si alguna vez te has preguntado qué significa "de la granja a la mesa" en Tailandia, aquí es literal: la hierba limón viene del jardín trasero, los cocos del árbol del vecino, los chiles se secan al sol en el porche.
Nuestra clase empezó, como todo lo bueno, en el mercado. El cercano Mercado de Productos Frescos de Samui (buscar: Mercado de Productos Frescos de Samui) es un caleidoscopio de colores y aromas: pirámides de mango, el sabor metálico del pescado fresco, el crujido vigorizante de las hojas de lima kaffir. La abuela Lek lo recorría como un general, deteniéndose para charlar con los vendedores y evaluar la pesca del día. Me enseñó que el secreto de un buen curry verde no es solo la receta, sino la habilidad de regatear con humor y encanto.
Mortero, maja y la alquimia del gusto
De vuelta en la cocina, la lección se convirtió rápidamente en práctica. Hay una especie de placer meditativo al machacar la pasta de curry (ajo, galanga, chiles ojo de pájaro) hasta obtener una pasta aromática. La abuela Lek insistió en que lo hiciera a mano, evitando el procesador de alimentos por principio. "La máquina lo hace demasiado fácil", dijo con los ojos brillantes. "¿Quieres el sabor? Te lo ganas con esfuerzo".“
No se equivocaba. La fragancia que emanaba del mortero era a la vez familiar y sorprendente: una sinfonía de calor y cítricos, como si el verano se hubiera destilado en una sola cucharada. Mientras hervíamos a fuego lento leche de coco (recién exprimida, por supuesto), me explicó cómo la gastronomía de Samui está influenciada por la geografía de la isla. Con el mar a un lado y las plantaciones de coco al otro, casi cada plato es un equilibrio entre la dulzura, el picante y la suave riqueza del sabor a nuez del coco.
Más que una comida: Aprendiendo las historias de la isla
Entre plato y plato —curry verde, tom yum, ensalada de papaya som tam—, la abuela Lek compartió historias. Habló de las temporadas de monzones que influyeron en la cosecha, de la cocina de su madre y de cómo las recetas se transmiten como reliquias familiares. También hubo humor: un chiste recurrente sobre los farangs (extranjeros) y su infame miedo al chile. (Intenté ocultar mis lágrimas tras una sonrisa educada. No lo logré).
Cocinar con la abuela Lek era menos como una clase formal y más como una bienvenida al grupo. Se detenía a menudo para ofrecerme una muestra, corregirme o reírse disimuladamente de mis torpes intentos con el cuchillo de carnicero. Comprendí que esto era la esencia de Samui: la hospitalidad no como una actuación, sino como una práctica cotidiana.
Consejos para futuros exploradores culinarios
Si estás en Koh Samui, te recomiendo muchísimo una clase de cocina local. Aquí tienes algunos consejos por si quieres atreverte a trabajar en el mortero:
- Reserva con antelaciónLas clases populares (especialmente aquellas dirigidas por lugareños como Grandma Lek) se llenan rápidamente, especialmente durante la temporada alta.
- Use ropa cómodaLas cocinas tailandesas están de moda, tanto literal como figurativamente.
- No seas tímidoHaz preguntas, pruébalo todo y acepta tus errores. Las mejores historias nacen de los desastres culinarios.
- Visita los mercados localesYa sea el mercado de productos frescos de Samui o los bulliciosos puestos de Maenam Walking Street (búsqueda: Maenam Walking Street), el mercado es el verdadero corazón de la cocina tailandesa.
Más allá del plato
Koh Samui siempre será, para algunos, un lugar de atardeceres y suaves olas. Pero para mí, ahora también es el recuerdo de una cocina llena de risas y del aroma penetrante y dulce de la albahaca machacada a mano. La comida, al fin y al cabo, nunca se trata solo de sustento. Se trata de linaje, paisaje y los lazos que nos unen a través de generaciones y continentes. Y, con suerte, se trata de aprender que, a veces, la mejor manera de comprender un lugar es con una cuchara en una mano y una historia en la otra.
Si vas, trae apetito: de comida, de aprendizaje y de la sabiduría serena y cotidiana de las abuelas de todo el mundo. Koh Samui puede deslumbrar con sus playas, pero son sus cocinas las que realmente te robarán el corazón.
Comentarios (0)
Aún no hay comentarios aquí, ¡puedes ser el primero!