Tomé una clase de Muay Thai en Samui y apenas sobreviví: una aventura sudorosa y sonriente
El aire está impregnado de aroma a limoncillo y coco, y en algún lugar cercano, el rítmico golpeteo de puños contra el cuero resuena como un tambor tribal. Las palmeras se mecen, indiferentes a mis nervios. Estoy en Koh Samui, la isla soleada donde las olas turquesas besan la arena dorada, y hoy estoy a punto de subirme a un ring de muay thai por primera vez. Deséenme suerte, o al menos, un aterrizaje suave.
El primer paso: De las toallas de playa a los guantes de boxeo
Siempre había imaginado el muay thai como algo reservado para luchadores fibrosos y tatuados, con historias escritas en cicatrices. Pero aquí, en un gimnasio con aire fresco junto a la playa de Chaweng, se reúne gente de todo tipo: mochileros, lugareños e incluso una abuela risueña con zapatillas fluorescentes. El aire vibra con la anticipación y el intenso aroma del bálsamo de tigre. Ya puedo saborear la sal de mi propio sudor nervioso.
Nuestro instructor, Pong, me saluda con una sonrisa a partes iguales amistosa y traviesa. "¿Listo para ser fuerte?", pregunta, envolviéndome las manos con cuidado. Las vendas son como una promesa, un compromiso de intentarlo, sin importar lo torpe que parezca.
El calentamiento: La humildad servida caliente
Los calentamientos de Muay Thai no son para cardíacos. A los diez minutos, estoy empapado; el calor parece subir desde el mismo tatami, enroscándome como un desafío. Trotamos en círculos, saltamos a la comba, boxeamos con la sombra y nos estiramos hasta que mis músculos me piden clemencia.
Pero no es solo sudor lo que me empapa la piel. Es el espíritu del lugar: risas y ánimos se entrelazan entre respiraciones profundas, desconocidos que se convierten en compañeros al conectar por el cansancio compartido. Imagino a los cientos, quizá miles, que han entrenado en estas mismas colchonetas, con su energía perdurando como una bendición.
Consejo: Trae una botella grande de agua y una toalla pequeña. ¡Te lo prometo, las necesitarás ambas!
Patear, golpear, repetir: El arte de las ocho extremidades
El muay thai es conocido como el "arte de las ocho extremidades": puños, codos, rodillas y espinillas, todos tienen su momento de gloria. Pong lo demuestra con una gracia de ballet, con movimientos rápidos y precisos. Cuando me toca, mis patadas parecen más flamencos asustados que armas letales, pero nadie se ríe. En cambio, hay ánimo, corrección suave y la sensación de que el esfuerzo es lo que más importa.
Las almohadillas son pesadas, el impacto es satisfactorio de una forma que jamás esperé. Cada puñetazo y patada es una pequeña victoria, una conversación entre mi cuerpo y el mundo. Aprendo a pivotar, a respirar, a concentrarme no en la perfección, sino en la presencia.
Visión personal: El muay thai no se trata solo de pelear. Se trata de respetar los límites del cuerpo y luego ir más allá. Es danza, meditación y entrenamiento, todo en uno.
La ronda final: caras rojas, grandes sonrisas
Una hora después, siento las piernas como fideos y la cara como una papaya madura. Terminamos con estiramientos y una reverencia a los instructores: un momento de gratitud por el espacio compartido y el esfuerzo realizado.
Hay un orgullo silencioso en sobrevivir, en superar la incomodidad para encontrar la euforia al otro lado. Y tal vez, solo tal vez, me despierte mañana con ganas de volver a hacerlo todo (después de una buena dosis de masaje tailandés, claro).
¿Lo recomendaría? ¡Por supuesto! Aquí te explicamos por qué y cómo puedes sobrevivir.
Tanto si eres un apasionado del fitness como si eres un principiante curioso, una clase de Muay Thai en Samui es más que un simple entrenamiento: es una ventana a la cultura tailandesa. Aquí tienes mis consejos, que he aprendido con mucho esfuerzo:
- Hidrátate, hidratate, hidratate. El calor de la isla no es ninguna broma.
- No te preocupes por parecer tonto. Todo el mundo empieza en algún sitio y el ambiente es realmente de apoyo.
- Vaya temprano o tarde. Las clases del mediodía pueden ser sofocantes.
- Reserva un masaje después. Tus músculos te lo agradecerán.
- Sumérgete en la atmósfera. Deja que los sonidos, los olores y las sonrisas formen parte de tus recuerdos.
Reflexiones finales: El dulce sabor de la supervivencia
Mientras camino de regreso al mar, el mundo se siente más brillante: los colores más nítidos, los sonidos más claros. Estoy cansado, sí, pero también vivo de una manera que solo los viajes y los desafíos pueden inspirar. El Muay Thai en Samui no fue fácil, pero fue inolvidable, y en mi corazón sé que apenas sobreviví, pero realmente viví.
Si te encuentras en esta isla soleada, no te quedes mirando desde la barrera. Súbete al tatami, envuélvete las manos y siente el pulso de Tailandia: un puñetazo, una patada, un momento inolvidable a la vez.
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