El trabajo de este artista de Samui se está volviendo viral: vea por qué
Todo empezó, como suele ocurrir con estas cosas, con un coco. No del tipo que se saborea en un chiringuito, claro, sino una cáscara desgastada y desteñida por el sol, posada en el borde de un esquife azul descolorido. Paseaba por los cocotales de Koh Samui, con el aire impregnado de un aroma a salmuera y frangipani, cuando me topé con el estudio al aire libre de Chanin: un mosaico de lonas y madera flotante, medio devorado por la selva. Allí, bajo la mirada indiferente de un gallo perdido, Chanin creaba arte a partir de los restos de la vida isleña.
Si has pasado tiempo navegando por tus redes sociales últimamente, puede que hayas visto la obra de Chanin: esas caprichosas criaturas marinas creadas con redes de pesca desechadas o los inquietantes retratos pintados sobre tablas de barcos recuperadas. Sus imágenes tienen una forma de perdurar, como la sal en la piel después de nadar. Y ahora, el mundo empieza a darse cuenta.
De los cocotales al ciberespacio
La historia de Chanin no es el cliché de la pobreza a la riqueza tan apreciado por los escritores de viajes, sino algo más sutil. Nacido en un pueblo pesquero de la costa sur de Samui, creció compaginando los ritmos de las mareas y el turismo. Sus primeros lienzos fueron las paredes de la cocina de su abuela, embadurnadas con cal y carbón, y sus primeros pinceles los sacó de las plumas de las colas de las gallinas del pueblo. Es tentador idealizar esto, retratar a Chanin como una especie de sabio isleño. Pero la verdad, como él mismo te dirá con un encogimiento de hombros irónico, es que el arte era simplemente una forma de comprender el mundo: un acto cotidiano, como remendar redes o preparar un té fuerte y dulce.
Ahora, con la suave tiranía del algoritmo de Instagram, la obra de Chanin se ha alejado de las costas de la isla. Un video de sus móviles cinéticos de medusas, elaborados con tapas de botellas y seda de sari antigua, acumuló cientos de miles de visualizaciones en cuestión de días. Su bandeja de entrada es una montaña rusa de cartas de fans, invitaciones e, inevitablemente, solicitudes de encargos desde lugares tan lejanos como São Paulo y Estocolmo.
¿Por qué su obra resuena ahora?
No se trata solo del ingenioso upcycling, aunque sin duda apela a nuestra conciencia ecológica colectiva. Tampoco se trata solo de la exuberante paleta tropical: turquesa, ocre y ese peculiar tono de verde que solo se encuentra donde la selva se encuentra con el mar. No, lo que distingue a Chanin es su capacidad para conectar con algo universal: la añoranza del hogar, el dolor de la impermanencia y la extraña y alegre alegría de crear belleza a partir de lo olvidado.
Considere su serie de "Barcos Fantasma": fragmentos de cascos pintados con rostros espectrales, con los ojos abiertos como si aún otearan el horizonte. Están profundamente arraigados en la historia marítima de Samui y son curiosamente modernos, recordatorios de que nuestras vidas se moldean tanto por lo que rescatamos como por lo que perdemos. (Cuando le pregunté sobre esto, Chanin sonrió y dijo: "Un barco, como una historia, siempre deja algo atrás").
Consejos para experimentar el arte de Chanin, dondequiera que estés
No necesitas volar a Samui (aunque nunca te desaconsejaría una escapada en el momento justo) para apreciar la visión de Chanin. Aquí tienes algunas maneras de incorporar un poco de la magia isleña a tu vida:
- Mira dos veces lo cotidiano: La próxima vez que pases por una señal de tráfico deteriorada o un montón de restos, pregúntate: ¿qué historias podrían contar estos objetos? El ingenio de Chanin reside en ver potencial donde otros solo ven basura.
- Apoye a los artesanos locales: Ya sea en su país o en el extranjero, busque creadores que arraigan su obra en el lugar y la tradición. Su arte transmite una sensación de memoria que los souvenirs producidos en masa jamás podrán transmitir.
- Abraza la imperfección: Las piezas de Chanin son gloriosamente desiguales: pintura desconchada, bordes ásperos, colores que se destiñen. Es un sutil recordatorio de que la belleza a menudo tiene un rostro curtido.
Lo universal en lo particular
Samui, a pesar de sus playas soleadas y spas de cinco estrellas, sigue siendo una isla de narradores. Chanin forma parte de un linaje que se remonta a los primeros pescadores que tallaban guardianes en madera flotante para alejar la mala suerte. Su arte, viral o no, es una conversación: un destello entre el pasado y el presente, lo local y lo global.
En un mundo ávido de autenticidad, quizás por eso su obra resuena. Al fin y al cabo, estamos a un paso o dos de nuestro propio mosaico de recuerdos, nuestras propias historias esperando ser rescatadas.
Así que la próxima vez que te encuentres con un coco, una maraña de redes o incluso una fotografía descolorida, recuerda la lección de Chanin: el mundo está lleno de posibilidades que esperan pacientemente a ser vistas.
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