Esta caminata secreta por Samui termina en una playa escondida: una invitación tranquila a pasear
Hay un silencio matutino en Koh Samui, antes de que las motos aceleren, antes de que el sol se ponga imponente, antes de que las toallas de playa se desplieguen en hileras ordenadas. Fue en ese silencio que me encontré atando mis queridas zapatillas, guiado únicamente por un rumor: una ruta secreta que desciende por colinas esmeralda y termina en una playa tan escondida que hasta el viento parece susurrar su nombre.
El inicio del sendero: donde comienza la curiosidad
Toda buena aventura empieza con un poco de incertidumbre. El inicio del sendero, si es que se le puede llamar así, es fácil de pasar por alto: un estrecho y frondoso paso cerca de un tranquilo cocotal, justo más allá del pueblo de Taling Ngam. Los lugareños lo llaman "el camino viejo", un sendero sinuoso impregnado del aroma de las hojas de tilo y el suave canto de las cigarras.
Si vas, lleva agua, un sombrero y la paciencia que te permite fijarte en los pequeños detalles: un geco revoloteando sobre una roca calentada por el sol, la forma en que la luz se filtra entre las hojas de palmera, teñiendo tu piel de oro. Aprendí, tras algunos desvíos equivocados, que la mejor manera de seguir el rastro es escuchar. A veces, es la risa de los niños resonando desde una cabaña lejana; a veces, es el suave y persistente silencio de las olas, que te impulsa a seguir adelante.
A través del corazón de la isla
El sendero es suave al principio, serpenteando entre árboles de caucho y jengibre silvestre. Me crucé con una abuela con un amplio sombrero de paja, inclinada sobre su jardín, quien levantó la vista y me saludó con una sonrisa que se arrugó como un pergamino viejo. El aire estaba cargado con el aroma a jazmín marino, que ascendía en lentas y dulces corrientes.
A mitad de camino, comienza la subida. Mis pantorrillas protestaban, pero la brisa, fresca y salada, me animaba. Me detenía a menudo, no por necesidad, sino por deseo: para observar una libélula flotar bajo un rayo de sol, para admirar cómo la brillante concha de un caracol reflejaba el cielo. En Samui, la belleza rara vez brilla. Prefiere permanecer en los márgenes, esperando tu mirada.
El descenso: la anticipación crece
Finalmente, el sendero se estrecha, el bosque se espesa y empiezas a descender. Aquí, el aire es diferente: húmedo, con la promesa del mar. El camino arenoso empieza a ceder y, de repente, vislumbras un destello turquesa entre los árboles.
Hay un momento, justo antes de que el bosque se separe, en el que puedes oír el susurro de las olas con más claridad que tu propia respiración. Ahí es cuando sabes que estás cerca.
Una playa escondida, toda tuya
La playa no es muy grande, solo una media luna de arena fina, bordeada de rocas y sombreada por almendros silvestres. El mar es increíblemente claro, con destellos de azules y verdes que solo las islas parecen conocer. A menudo, la tendrás completamente para ti, salvo por algunos cangrejos curiosos y algún que otro pescador remando en una barca de madera.
Pasé una hora interminable allí, flotando en las suaves olas y observando cómo el cielo cambiaba de color. No hay vendedores de cocos, ni tumbonas ni sombrillas. Solo el sonido de las olas, la suave arena bajo los pies y la sensación —rarísima y preciosa— de haber tropezado con algo secreto y sagrado.
Consejos para el aventurero gentil
- Empiece temprano. La mañana es fresca y tranquila, con luces moteadas pintando el camino.
- Traiga agua y un refrigerio. Un puñado de rambutanes o un trozo de arroz glutinoso del mercado constituyen el picnic perfecto para la playa.
- Utilice zapatos resistentes. Las chanclas no serán tus amigas en esta caminata.
- No dejes rastro Este lugar se siente intacto. Mantengámoslo así.
- Trae un libro, o no. A veces, las mejores historias se escriben en la arena, la sal y el silencio del mar.
La lenta belleza del descubrimiento
En el camino de regreso, fui más despacio, guardando el silencio en mis bolsillos como si fueran pequeñas piedras lisas. La playa secreta no está marcada en ningún mapa, y quizás sea mejor así. En Samui, como en la vida, los lugares más hermosos suelen ser los que encontramos paseando, escuchando, perdiéndonos un poco.
Así que, si te encuentras en esta apacible isla tailandesa, toma el camino tradicional. Déjate guiar por el tranquilo corazón de Samui hasta el mar. Quizá descubras, como yo, que los viajes más hermosos son los que terminan con los pies en la arena y el sol calentándote la cara, solo, pero nunca solo, en una playa escondida y solo para ti.
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